
Por Redacción | 1894Radio
Las elecciones generales celebradas este domingo 29 de junio en la provincia de Santa Fe dejaron dos postales contundentes: una participación ciudadana en mínimos históricos y un mapa político dividido entre el triunfo del oficialismo provincial en gran parte del territorio y la victoria del peronismo en la ciudad de Rosario.
Una democracia con la mitad de los votantes ausentes
La participación electoral fue del 52 % a nivel provincial, una cifra que representa el valor más bajo desde el regreso de la democracia en 1983. En los grandes centros urbanos el dato fue aún más alarmante: solo el 46,5 % del padrón votó en la ciudad de Santa Fe, mientras que en Rosario lo hizo apenas el 48,3 %, según datos de la Secretaría Electoral.
La baja concurrencia se atribuye, en parte, a la ausencia de cargos ejecutivos provinciales en disputa, pero también revela un profundo malestar ciudadano, una desafección con las estructuras políticas tradicionales y una falta de motivación electoral que interpela a todas las fuerzas.
Ganadores y perdedores: dos ciudades, dos postales
El oficialista frente Unidos para Cambiar Santa Fe, que lidera el gobernador Maximiliano Pullaro, se impuso en más del 80 % de las localidades de la provincia, incluyendo la ciudad capital. Este resultado consolida el poder territorial del oficialismo en el interior santafesino y reafirma su dominio en intendencias y consejos comunales.
Sin embargo, el mapa se invirtió en Rosario, donde el frente peronista Más para Santa Fe, encabezado por Juan Monteverde, se alzó con la victoria al obtener el 30,6 % de los votos, superando a Juan Pedro Aleart de La Libertad Avanza (28,8 %) y a Gisela Scaglia, candidata del oficialismo (25,6 %).
“Hoy el pueblo de Rosario le ganó al presidente, al gobernador y al intendente… Votó sin miedo contra los aparatos”, señaló Monteverde tras conocerse los resultados.
En contraposición, el gobernador Pullaro celebró el resultado general y reflexionó: “La baja participación tiene que interpelarnos a todos. Gobernar también es reconectar con la gente”.
Claves para el análisis
1. Desafección política creciente: la abstención como síntoma estructural
La caída de la participación electoral en Santa Fe no puede reducirse únicamente a la naturaleza “menor” de la elección, centrada en concejos municipales, comisiones comunales e intendencias. Lo que se expresó este domingo es un fenómeno que ya venía mostrando señales en comicios anteriores y que, con el 52 % de participación promedio y menos del 50 % en las principales ciudades, se convierte en un síntoma estructural de desafección política.
Este desapego no solo interpela a los partidos sino a la democracia representativa en su conjunto. La falta de expectativas, el desencanto con los resultados de la política, la percepción de que las instituciones no dan respuesta a las necesidades reales, y el avance de narrativas que degradan la idea misma de lo público, confluyen en una ciudadanía que, aun obligada por el voto, elige no participar.
2. Territorialidad diferenciada: una provincia fragmentada políticamente
El comportamiento electoral dejó en evidencia una fuerte diferenciación territorial. Mientras el oficialismo provincial —Unidos para Cambiar Santa Fe— logró imponerse ampliamente en más del 80 % del territorio, con especial solidez en localidades intermedias y rurales, en Rosario se impuso el peronismo, a través de la candidatura de Juan Monteverde, con un discurso crítico tanto hacia el gobierno provincial como hacia la Casa Rosada.
Este fenómeno consolida una provincia con dos velocidades políticas: un interior consolidado detrás del oficialismo que valora la gestión de Pullaro y una gran ciudad —Rosario— que se ha convertido en foco de disputa, atravesada por problemáticas de seguridad, desigualdad urbana y polarización ideológica. Esta segmentación anticipa tensiones y disputas futuras tanto en la gestión como en la proyección electoral.
3. Rosario como termómetro opositor: el peronismo resurge en el área metropolitana
La victoria de Monteverde no es menor. Se impuso ante el aparato provincial, municipal y nacional, y lo hizo desde un frente heterogéneo que logró canalizar demandas sociales, malestar económico e inseguridad urbana. La resignificación del discurso peronista en Rosario —centrado en la cercanía barrial, la justicia social y la crítica a la indiferencia institucional— dio resultado frente al discurso tecnocrático o de marketing electoral.
Rosario, con más de un millón de habitantes, representa una quinta parte del electorado provincial. Que en este bastión urbano el oficialismo haya quedado relegado al tercer lugar demuestra que hay una distancia significativa entre las agendas gubernamentales y las urgencias sociales concretas de sectores medios y populares. La ciudad vuelve a posicionarse como eje articulador de alternativas políticas a escala provincial.
4. Fragmentación opositora y competitividad libertaria
Si bien La Libertad Avanza no logró ganar ninguna intendencia relevante, el segundo puesto de Juan Pedro Aleart en Rosario, a escasos puntos del primero, muestra que el discurso de ruptura, indignación y antipolítica sigue interpelando a franjas del electorado, sobre todo jóvenes. La competitividad libertaria en zonas urbanas es un dato a tener en cuenta, especialmente de cara a octubre.
Esta fragmentación del campo opositor al oficialismo provincial podría jugar a favor del peronismo en escenarios de balotaje o polarización futura. Pero también podría consolidar a los libertarios como una tercera fuerza en ascenso, especialmente si logran nacionalizar su discurso con figuras de alto impacto mediático.
5. Proyección nacional: ensayo general rumbo a octubre
Estas elecciones también pueden leerse como un ensayo general para las legislativas nacionales de octubre. La baja participación obliga a revisar estrategias de movilización. La consolidación del oficialismo en el interior le da margen de maniobra al gobierno provincial, pero la pérdida de Rosario lo obliga a revisar políticas urbanas. Para el peronismo, la victoria en la ciudad representa un punto de inflexión y podría funcionar como plataforma para reposicionar liderazgos locales y reconstruir el vínculo con el electorado joven y popular.
En síntesis, la elección del 29 de junio no resolvió el mapa político, pero lo reconfiguró con nitidez: una provincia partida, una ciudadanía distante y nuevas preguntas sobre el futuro de la representación en Santa Fe.